sábado

Enseñando a sus hijos, sobrinos, nietos a negociar



El mejor momento para enseñar a un niño en qué consiste el capitalismo es cuando descubre que puede ganar un dinero extra a base de hacerse útil a los demás. Después de darles la paga a sus hijos, les puede enseñar también la forma de entrar en el reino de la libre empresa.
Por ejemplo, los niños deberían tener dos bicicletas, una para andar ellos y otra para alquilaría. De esta manera podrían comenzar a entender el mundo del comercio. Realmente, no es preciso mucho para hacer negocios; todos los negocios no tienen por qué ser de un millón de dólares. Y lo interesante es que el niño pueda aprender los principios básicos de los negocios, como para dirigir la Chrysler, mediante un pequeño y rentable negocio de alquiler de bicicletas.
¿Desea otra idea? Enséñele a su hijo cómo puede comprar una botella de champú por dos dólares y venderla por tres en la misma vecindad.
Eso es capitalismo en acción, beneficios, productos y servicios, puestos a disposición del mercado. Este es el material con el que se han amasado las grandes fortunas.
Enséñele también las ventajas de ser niño. Cuéntele cómo algunas personas le comprarán a él. precisamente por el hecho de ser un niño…
Johnny sale de casa y unas calles más abajo llama a la puerta de Mrs. Jones. Sale Nlrs. Jones, y lohnny le dice: «Mrs. Jones, tengo una botella del mejor champú del mundo. Mi madre utiliza esta marca, y conozco a muchas personas que no emplearían ninguna otra. Usted debería comprarme alguna. Sólo cuesta tres dólares, y como soy su vecino le cuidaré el jardín. Y además, no soy más que un niño.»

¿No es sencillo? Este es un pequeño ejemplo del comercio en acción, del capitalismo de base.

Mrs. Jones le contesta: «Johnny, aprecio mucho tu visita. Y creo que el producto es bueno, pero para serte sincera, ya tengo bastante champú en casa.»

«Déjeme entrar para comprobarlo», le replica Johnny metiéndose en la casa. (Los niños saben como vencer las objeciones. No se paran en formalidades).
Mrs. Jones, sabiendo que todas sus objeciones van a resultar inútiles, tiene que conformarse: «Bueno, me haré tu cliente.»

Johnny corre a casa lleno de alegría y exclama: «Tengo tres dólares para gastar.»

«Si te gastas los tres dólares no podrás hacer más negocios», le advierte usted.
«¡Oh!», se queja Johnny un poco desilusionado, «ya entiendo lo que me quieres decir.»

Entonces, usted continúa explicándole: «Primero, debes reservar dos dólares para comprar otra botella de champú. No debes gastar el capital. Debes reservar tu capital con el máximo cuidado. ¿Qué pensarías de un agricultor que se come el maíz destinado para semilla? Que el agricultor es tonto, ¿no es verdad? Porque el capital. la simiente del dinero, debe ser guardado a todo trance. El capital es como la semilla la única esperanza de obtener una nueva cosecha.»

Johnny no puede discutir con usted, y después de reflexionar un rato dice: «De acuerdo; dejaré aparte estos dos dólares para continuar el negocio y sacar un dólar de ganancia. Pero, me puedo gastar el dólar ganado, ¿no es verdad?»


Ahora es la oportunidad de mostrar a Johnny la diferencia entre llegar a ser rico seguir siendo pobre. Explíquele: «Si gastas todas tus ganancias. terminarás pobre y desgraciado.»

Johnny no lo entenderá. De manera que llévele al bardo más pobre de la ciudad y pregúntele:
«¿Quieres vivir de esta manera»
«¡NO!».
-Muy bien entonces, no puedes gastar el dólar entero.»
«¿Qué tengo que hacer con él?»
«Primero, debes pagar tus impuestos.» Para los niños esto es muy fácil. Cada vez que gastan pagan un impuesto, a no ser que comiencen a hacer dinero en cantidades serias, en cuyo caso deberá explicarle lo relacionado con los impuestos federales. ¿Recuerda? La gallina y los huevos.
A continuación recuérdele a Johnny la necesidad de hacer caridad. Johnny no lo ha olvidado y dice: «Aquí tienes diez centavos para los necesitados Ahora, ¿puedo gastarme el resto?»
«No, no», debes contestarle, «si lo gastas todo, terminarás arruinado igualmente, aunque un poco menos infeliz.»

«Bueno, ¿entonces qué?», Johnny se está impacientando.

«Necesitas guardar otros diez centavos para aumentar tu capital. Si guardas diez centavos, por cada dólar de beneficio, en algún momento tendrás dinero suficiente para comprar dos botellas en lugar de una.»

«¡Ah! ¡Claro!» Johnny está empezando a comprender. «Si puedo comprar dos botellas en vez de una, me ahorraría un viaje y podría vender más botellas.»

¡Qué inteligente!
Seguidamente debe explicarle que algunas empresas le cobrarán menos por cada botella al comprar dos. Si vende la botella a dos dólares, es posible que por dos botellas cobren sólo tres dólares y ochenta centavos. Johnny se siente entusiasmado. «Estupendo!»,exclama con alegría, «así cuando las venda, ganaré más.»

Y es cierto. Todo el mundo se beneficia con el incremento del capital. La empresa consigue vender dos botellas a la vez. Johnny se ahorra un viaje, y la botella le cuesta menos, de manera que puede ahorrar más, o utilizar parte en buscar un incentivo para que Mrs. Jones compre dos botellas en vez de una.

Ahora Johnny dice: «Bueno, lo que queda ya es beneficio neto. ¿Puedo gastarme el resto?»
«No, todavía vamos hacer una cosa más. Vamos a alquilar tu dinero en un banco. »
«¿Cómo se hace eso?»
Entonces, le explica: «Del total de tus beneficios, debes coger diez centavos e ingresarlos en una institución de crédito, como por ejemplo, un banco. Te pagarán una cantidad por dejarles el dinero. Ellos lo denominan interés.»
«¿Por qué va a querer el banco pagarme un interés por mi dinero?»
«Porque algunos proyectos, como la construcción de grandes edificios o empresas, requieren más capital del que pueden tener los individuos aislados. Por eso tenemos un sistema para invertir nuestro dinero en un banco, así el banco tiene dinero suficiente lo presta para realizar grandes proyectos. Con esto se facilita la creación de más empleo y es beneficioso para todos. Mientras tanto, el banco te pagará intereses por el tiempo que tengas depositado tu dinero.»

«¿Qué interés pagan a los niños?»

«Lo mismo que pagan a los adultos.»
A Johnny e costó un buen rato creérselo. «¿Quieres decir que me pagarán el mismo interés que a una persona mayor, a pesar de ser un niño?», preguntó luego con incredulidad.
«Efectivamente. Tu dinero puede crecer con la misma rapidez que el de los demás.»
«¿Y puedo retirar mi dinero cuando quiera?»
«Naturalmente, y siempre sacarás más de lo que ingresaste.»
«Bueno, me parece estupendo; y ahora, ¿puedo gastar lo que me queda?»
«Sí, Johnny, vamos a dar un paseo y comernos un helado de fresa.»

Apostaría a que usted ya conocía todo esto. Pero cuando yo me encontré con Mr. Shoaff a la edad de veinticinco años, era tan ignorante como Johnny. Me pregunto a cuántos adultos se les niega la oportunidad de aprender por si mismos a elaborar un plan para hacerse ricos.

Si tiene hijos, preocúpese por enseñarles en qué consiste un plan para enriquecerse. Muéstreles cómo, si empiezan a usar la fórmula 70/30 desde jóvenes, llegarán a ser independientes financieramente a la edad de cuarenta años. En ese momento, podrán dedicar el resto de su vida a hacer lo que más les apetezca.

Permítame que le dé la definición de «rico» y «pobre». La gente pobre gasta su dinero y ahorra lo que le queda. El hombre rico ahorra su dinero y gasta el resto. Es la misma cantidad de dinero, pero con una filosofía diferente de la vida.


Hace veinte años, dos personas ganaban por igual mil dólares al año y tuvieron siempre idénticos aumentos de sueldo. Uno de ellos, gastaba el dinero y ahorraba lo que le quedaba; el otro ahorraba primero y luego gastaba el resto. Si conociera a esas personas, a uno de ellos lo llamaría pobre y al otro rico.

Pero además, el ahorro, como cualquier otra forma de disciplina, tiene un efecto más profundo. Al terminar el día, la semana o el mes, apenas si se perciben los resultados. Pero cuando han transcurrido cinco años, las diferencias son ya muy grandes y al finalizar los diez años, esas diferencias son ya dramáticas.
Hay una gran lección que todos debemos aprender de uno de los más pequeños miembros del reino animal. Se le llama la «filosofía de la hormiga». Ya sabe lo que son las hormigas. Existe una frase en la Biblia que nos aconseja a todos, en especial a los perezosos, a analizar la vida de las hormigas. Estas tienen dos particularidades.
En primer lugar, una hormiga nunca abandona. Si se dirige a un lugar determinado y se le pone un obstáculo, la hormiga intentará pasarlo escalándolo por encima, o excavando por abajo, o desviándose lateralmente. Si se le quita el obstáculo, la hormiga seguirá rápidamente. Y si de nuevo le pones otro obstáculo en su camino, la hormiga buscará la salida por arriba, por abajo. o por los lados. ¿Cuánto tiempo seguirá intentándolo’? hasta la muerte. Una hormiga nunca abandonará.
¡Qué gran lección!

¿Cuál es la segunda particularidad de las hormigas? ¿Adivina lo que las hormigas están planeando y preparando durante todo el verano? Correcto… preparan el invierno. ¿Y cuánto recogen en el verano para pertrecharse de cara al invierno? «Todo» lo que pueden. ¡Qué inteligentes!

¿Recuerda la fábula de la cigarra? Se reía de la hormiga que pasaba todo el verano almacenando granos, mientras ella cantaba y saltaba entre la abundante hierba sin preocuparse por el futuro. Cuando el crudo invierno hizo su aparición, la pobre cigarra pasó mucha hambre y se murió sin nada que llevarse a la boca, mientras la hormiguita vivía en la abundancia.
Rico o pobre la diferencia no proviene de cuánto se gana, sino de cómo se usa lo que se ha ganado. Y la elección, le corresponde a usted.
Jim Rohm


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